Estudios investigativos en la medicina incluyen un grupo de control, cuyas condiciones son distintas al grupo que se analiza. Ese grupo de control, en muchas ocasiones, advierte el uso de un Placebo, una sustancia que carece de acción terapéutica. Pero ¿Por qué algunas personas son capaces de curarse con una sustancia así? Sin componente activo, ¿es capaz uno de curarse? ¿Es la mente? ¿Es cierto que el color de la sustancia o la pastilla tiene que ver con el nivel de cura? ¿Es más efectivo un placebo caro que uno barato? Todo esto y más hoy... en Azul Chiclamino.
Yo soy Rodrigo Llop y yo te cuento.
Y si... esto es Azul Chiclamino, la realidad de lo absurdo.
Un placebo se define como una sustancia o técnica médicamente inerte, que se administra como un medicamento. Un medicamento que no tiene sustancia activa, es decir, un medicamento que no es medicamento. Digamos, una rebanada de “nada”.
Como control negativo básico en los ensayos clínicos, los placebos juegan un papel crítico en la medicina moderna. No solo hay que probar que una medicina o un tratamiento funciona, si no hay que probar que la ausencia del tratamiento, bajo las mismas condiciones, no funciona. Es decir. Para comprobar que alguien aprendió a manejar en una escuela de manejo, hay que hacerle un examen, pero también hay que identificar condiciones de control o un grupo de control distinto que, sin haber ido a la escuela, no sepa manejar. Para saber que una aspirina quita el dolor de cabeza, hay que documentar que, sin la aspirina, no se me quitará el dolor de cabeza.
El efecto placebo se refiere al fenómeno bien documentado en el que los pacientes se sienten mejor después de recibir un placebo. En otras palabras, el mero pensamiento de que se ha recibido un tratamiento provoca una respuesta física beneficiosa, indica Harvard.
http://sitn.hms.harvard.edu/flash/2016/just-sugar-pill-placebo-effect-real/
Déjame explicarte de donde viene. En 1980, el neurocientífico Jon Levine condujo la serie de experimentos, los más fascinantes en el efecto placebo. En su estudio, pacientes recuperándose de una operación recibieron, ya sea una dosis secreta de 6 a 8 mg de morfina o una dosis descrita como “potente analgésico”, pero que en realidad era una solución salina. Los resultados... si... en ambos grupos se reportaron el mismo nivel de reducción de dolor.
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/7279424
Se pensaba que los pacientes “imaginaban” la mejora, sin embargo, no es así. Es posible medir los cambios neurobiológicos. La clave está en la expectativa de la terapia.
“Tomar una pastilla de azúcar seguramente no hará que un dolor disminuya, a menos de que la recete un doctor. En tal caso, el cerebro puede liberar endorfinas, que son sustancias químicamente similares a los opioides como la morfina”, indica Benika Pinch, PhD en Química por la Universidad de Harvard. “Al igual que la morfina, estas endorfinas se unen a los receptores opioides aliviando el dolor. El cerebro se inunda de un inhibidor del dolor natural”. Voila. Habemus analgésicus. No es imaginación, no es sugestión. El cuerpo responde a un impulso, a un llamado interno de “debes curarte” -claro... “debes curarte porque se nos fue enviado un agente externo que cura”, sin embargo, el cuerpo reacción a generando sustancias de auto regeneración que, en este caso, disminuyen el dolor. ¿Qué pienso? Que tal vez las zapatillas rojas brillantes de Dorothy, del Mago de Oz, no eran mágicas. Ahora pienso que eran zapatillas placebo. Golpear los talones y decir “no hay mejor lugar que casa... no hay mejor lugar que casa...” y ¡PUM! A Dorothy se le quito la fiebre y los malestares del empacho por tacos de barbacoa le habían causado.
Así es que, ¿funcionan los placebos? “Lo que he encontrado es que si, pero no para todo”, indica Erick Vance, autor de Suggestible You. Hay ciertas reglas y condiciones en las que puede ser increíblemente efectivo para curarse: Parkinson, dolor crónico, síndrome de intestino irritable, depresión, ansiedad y algunos tipos de asma. ¿Cáncer? No”, indica National Geographic. Incluso, pacientes que toman placebos para la reducción del colesterol viven más que aquellos que se saltan una dosis.
Bien, en términos de analgésicos los placebos funcionan. ¿Qué tal si aprovecháramos estos beneficios del cuerpo humano para curarnos? Tal vez funcione, aquí unos datos interesantes sobre los placebos.
La efectividad de una pastilla se basa en el tamaño, la forma y el color, incluso con el nombre de una farmacéutica impreso en él. Esos factores hacen que sea más o menos eficaces, indica Forbes.
Los placebos pueden funcionar incluso a la inversa y son los denominados Nocebos. Gente con intolerancia a la lactosa puede experimentar diarreas y espasmos estomacales si se les engaña diciendo que tomaron lactosa. ¿Y lo mejor? Los animales pueden ser engañados también con un placebo. Y por animales me refiero a los perros, por ejemplo, no vayas a pensar que soy irrespetuoso... que si lo soy... o canijo... que si lo soy... pero, en fin. Perros... hablamos de perros.
Incluso, pueden considerarse otras presentaciones de placebos como... cirugías falsas, estas pueden ser tan efectivas –en algunas ocasiones- como las reales.
A un total de 180 pacientes con osteoartritis de rodilla se les asignó -con su consentimiento- uno de tres grupos. Un procedimiento artroscópico estándar, el segundo un lavado. El tercero una cirugía simulada. Una incisión y, sin saberlo, se les hizo nada. Luego, la incisión se cerró. Los resultados fueron interesantes. Aquellos con procedimientos no tuvieron mejores resultados que aquellos con cirugías simuladas, mejorando en la misma escala, indica Aaron Carroll de la Universidad de Washington. Lo interesante entonces es: necesito operarme pero no me operan... me siento mejor aunque no me operen. Eso reduce los costos de salud notablemente … ¿no es así? Quién más se beneficia además de los doctores que están en la sala de NO Operación riéndose de mi malestar de rodilla.
La duda queda en el aire: ¿Pueden reducirse los costos de la salud con este tipo de procedimientos? Hmmmm.
Primero, no es ético el engañar pacientes al prescribir tratamientos falsos, indica el New York Times. Para sorpresa de muchos, si la tuya y claro... también la mía, hay personas que se benefician si saben que están tomando placebos. En un estudio en 2014, de los 459 pacientes de migraña, 66 señalaron que los placebos les dieron un alivio mayor que no tener ningún tratamiento. Y fueron la mitad de efectivos que el analgésico [Maxalt]. (El estudio también encontró que un placebo etiquetado como "placebo" era un 60 por ciento tan efectivo como el analgésico Maxalt . Si el placebo se etiquetaba como "Maxalt", nuevamente era un 60 por ciento tan efectivo como el medicamento real en su estado real etiqueta).
¿Por qué es importante este estudio? Porque hoy en sé día receta a diestra y siniestra y con gran facilidad opioides como Vicodin y OxyContin, los cuales generan cerca de 44 muertes diarias en los Estados Unidos. Es más fácil recetar lo fuerte y lo adictivo primero, evitando que el paciente regrese sin importar las consecuencias. Total será problema de alguien más.
https://www.nytimes.com/2016/01/10/opinion/sunday/a-placebo-treatment-for-pain.html
Pero hay quienes se benefician de saber que toman placebos; hay quienes se benefician si no saben que están tomando placebos. Pero ¿qué dice la ética?
Segundo, debe avisarse a cualquier paciente que se le está administrando un placebo. Sin embargo, esto puede reducir los resultados esperados. Lo fascinante de ser economista es que la economía lo resuelve todo.
El paciente debe aceptar que los placebos pueden ser administrados en su terapia. Como diría Capulina “puede que sí, puede que no, puede que tal vez, a lo mejor... no lo sé...”
Como un incentivo al acuerdo, el paciente comparte los beneficios financieros de la sustitución del placebo.
Así es que, los placebos funcionan, eso ya lo sabía, pero funcionan también porque el cerebro secreta sustancias, y eso, como el final del “Extraño Retorno de Diana Salazar”, no me lo esperaba. Siempre lo he dicho. El cuerpo humano es una máquina que vino sin manual y cada una de estas investigaciones, revela sus funcionalidades fantásticas. Al parecer hay una palanca o botón que desconocíamos existía y que se detona o se activa con un placebo. ¿Podemos generar ese tipo de sustancias simplemente con un pensamiento? ¿Con un pensamiento placebo? Estoy seguro que sí. Al final, diga lo que diga la biblia, mentir no es tan malo porque hay mentiras... si, hay mentiras que curan.
Esto fue Azul Chiclamino, la realidad de lo absurdo. Yo soy Rodrigo Llop. ¿Te quedaste con duda de las referencias? Visita www.azulchiclamino.com y encuéntralas en la sección Blog junto con el transcript de los episodios. Sígueme en Twitter, Instagram, Facebook y ahora, nuevo y distinto contenido en Youtube. Recomienda Azul Chiclamino a tus conocidos, recuerda que estamos en iTunes, Apple Podcast, Spotify y Soundcloud, y califícame. Pero sobre todo, comunícate conmigo. Quiero saber qué opinas y de que quieres que hablemos. Este es el medio perfecto para expresarte.
Gracias.
Pero déjame darle un último giro a la tuerca a esta historia
¿Existen otro tipo de placebos? La respuesta es SI. En la política suceden cotidianamente. ¿Un discurso o una ley que sirve para nada pero que hace sentirte mejor? Bien, pues tal vez produzcan endorfinas. ¿Un apoyo que no te sacará de pobre, pero te hará sentir mejor? Casi como un opioide gubernamental. ¿Una alianza cuyos beneficios se verán en 20 años? Sin que lo sepas, serán como un viaje de morfina.
¿En casa? Por supuesto: “Mamá... ¿Puedo ir al cine con mis amigos?”. Pregúntale a tu papa... respuesta placebo... contesta, pero no tiene componente activo... no hace nada.
El mundo está lleno de botones Placebo. Los hay en los elevadores, en las maquinitas de alimentos chatarra, calculadoras, timbres... nos dan la ilusión de que algo sucede, pero en realidad, no pasa nada. El mejor ejemplo es el botón para cerrar la puerta del elevador. Tal vez te hayas dado cuenta del tiempo entre apretar el botón y el cierre de puertas es larguísimo... no es inmediato. Es porque el botón no hace nada, Indica el New york Times
“El botón de cierre de puertas de los elevadores fue deshabilitado por allá en los 90s, después de promulgada la ley sobre estadounidenses con discapacidad en 1990.” indica Karen W Peñafiel, directora ejecutiva de National Elevator Industry Inc. La legislación requería que las puertas de los elevadores estuvieran abiertas lo suficiente como para que alguien que usa muletas, bastón o silla de ruedas pueda llegar, indica el New York Times. ¿Por qué permanecen ahí los botones entonces? Los botones pueden ser operados por bomberos y trabajadores de mantenimientos, quienes tienen los códigos de activación.
Seguramente has visto botones instalados en las esquinas para cruzar la calle en Nueva York y otras ciudades. Los botones no solo fueron deshabilitados hace años, si no que fueron intercambiados por sistemas de semáforos inteligentes, los cuales hacen más eficiente el tráfico y el cruce peatonal. Puedes apretarlo si quieres, seguramente te calmará imaginar que está por detenerse el tráfico antes.
https://www.nytimes.com/2016/10/28/us/placebo-buttons-elevators-crosswalks.html