EP#183: El Efecto Mandela. Cuando tus recuerdos te engañan

Si eres de mi generación, viste Don Gato. Seguro seguro segurito. ¿Cuántos años lo viste? Toda tu infancia. La verdad es que solo se hizo una temporada, 30 episodios. Lo cual quiere decir que, en 6 semanas, te los echabas TOOOOODOS... y de ahí, repetir y repetir y repetir y repetir... y repetir... ¿Que recuerdas de tu infancia? Tes sorprendería saber que no todo lo que recuerdas es real. El efecto Mandela, cuando tus recuerdos te engañan. Real y absurdo. 

 

La realidad es la verdad, lo efectivo y con valor práctico. En contraposición con lo fantástico e ilusorio; 

Lo absurdo es extravagante, irregular, irracional, disparatado, opuesto a la razón. chocante y contradictorio.  

Bienvenido a Azul Chiclamino. La realidad de lo Absurdo.  Yo soy Rodrigo Llop y yo te cuento.  

 

“No es como lo recordaba”, pensé después de recorrer unos minutos el museo.  

Hace un par de años, unos amigos me contrataron para crear un podcast. El proyecto era fantástico y el plan era magnifico. Se basaría en la nostalgia, en el recuerdo, en los 80s. Platicar lo bueno que había sido el pasado con respecto al presente. es algo de lo que siempre me burle de los adultos, de mis padres y tíos. “Antes las cosas eran mejores”, aunque en realidad hubieran sido peores o iguales. “Las cosas sabían mejor y tenían mejor calidad”. Tal vez si era pero, tal vez no, pero recuerdo que los chocolates Turín de figuritas de animales eran tan buenos que no podrían haber sido mejores. Ellos decían que si.  

En un experimento por recordar plantarme en el pasado, recorrí los museos que solamente de niño se recorren. El primero fue el Museo Nacional de Historia Natural de México, el primer museo público de historia natural que se fundó en el Nuevo Mundo, todavía durante el gobierno colonial español. El “nuevo” edificio data de 1964, en realidad y, consta de 10 enormes cúpulas - que en realidad no son tan enormes- y que estaban pintadas de diferentes colores –en realidad decoloradas con diferentes colores. El sitio era decadente con respecto a mis recuerdos de infancia.  

La sala principal tenía un Dilodocus Carnegi, un dinosaurio descubierto por William Reed en Wyoming, Utah en 1899. Fue nombrado en honor a Andrew Carnegie, promotor y patrocinador de excavaciones paleontológica y proyectos científicos a principios del siglo XX. Esos restos fueron llevados a Pittsburg, Pensilvania, donde fue reconstruido, mostrandose por primera vez en 1907 en el Carnegie Museum of Natural History 

Tras morir Carnegie en 1919, su esposa donó 10 replicas a diferentes muesos, el Museo Británico de Historia Natural, el museo Nacional de historia natural de Francia, El museo de historia natural de Berlín, el museo nacional de Ciencias Naturales de España, así como Italia, Austria, rusia y argentina. México Gestionó y consiguió uno en 1931. Es enorme, pero de niño siempre pensé que era real. Por decir lo menos, era lo único que verdaderamente valía la pena de ese museo. De niño lo recordaba como un sitio magnifico en esta visita, ya de adulto, constaté que 35 años después, ese bicho era lo mejor del museo y no era real. Recordaba más ese sitio como la película “una noche en el museo” y menos como lo que era: Una película del Santo o de blue Demon.  

Al ver ese enorme animal, decidí que me iba a dedicar a eso. A estudiar a los dinosaurios y así fue... hasta que pasé a la sala donde se encontraba el oso polar y decidí dedicarme a los animales y así fue... hasta que pasé a la sala del espacio y decidí que me dedicaría a eso... En fin, fue la ciencia lo que me atrajo siempre.  

Ese museo lo recorrí muchas veces con mis amigos Luis, Octavio, Eduardo, Liz, Carlos, Alejandro... luego comíamos el lunch en un jardín cerca –no tengo ni idea donde, seguramente ahí mismo, pero en mi mente, recorríamos todo el bosque. Y jugábamos con estampas de Star Trek, Buck Rogers y Star Wars. Por supuesto la joya era la de Darth Vader diciendo: “Luke, soy tu padre”. Cosa que nunca sucede en la película. Vader solamente dice “Soy tu padre”.  

“Hay tres lados de cada historia. El tuyo, el mío y la verdad...” dijo Robert Evans, productor de cine. Creamos historias en nuestra mente, falsos recuerdos o pseudomemorias, el llamado “Efecto Mandela”, indica Healthline. 

El Efecto Mandela ocurre cuando un grupo grande de personas cree en algo que en realidad no sucedió. Mucha gente recuerda a Nelson Mandela morir en prisión en los 80s, cuando en realidad murió en 2013. Algunas personas son capaces, incluso, de recordar el discurso de su viuda y la cobertura de su muerte en las noticias, cosas que jamás sucedieron.  

Expertos describen al Efecto Mandela como “confabulación”. La confabulación no es otra cosa más que “mentiras honestas”, digamos, algo que sucede mucho en la política. No es que Trump mienta diciendo absurdos, es que verdaderamente los cree. Esas falsas memorias llenan los espacios en blanco en la mente de las personas y se convierten en verdad. 

Mucha gente recuerda haberse tomado una foto con el pato Lucas en Disney –Daffy para los millenials-, cuando en realidad Lucas pertenece a otra franquicia junto con Bugs y Porky. Al oír la palabra Feria, seguramente cantas “Cepillín, Cepillín, en la feria de Cepillin” cuando la canción no dice eso. “Chiquitín, chiquitín en la feria de Cepillín”, dice la poética rima. 

 

Hay dos factores que marcan el Efecto Mandela. Primero, que recuerdes algo distinto a la vivencia original. Segundo, que un gran número de personas lo recuerden como tú. Mucha gente recuerda el museo –o los museos- como sitios mágicos magistrales como yo recordaba el Museo de Historia Natural. Al intentar recordar algo, puede ser que traigas fragmentos de tu memoria y ésta no venga completa, complementándola con otros recuerdos o ideas. 

 

¿Cómo era la casa de los abuelos? Seguramente tengas mezclados recuerdos, imágenes, sentimientos y emociones. Todos se complementan para llenar vacíos de información que dejó de ser importante o necesaria. ¿Era guapo tu tío el divertido que te compraba dulces y te hacía volar? Seguramente si... te reto a que vayas a buscar una foto de él. Te sorprenderá que no recuerdes el lunar con pelos a un lado del ojo.  

En el 2014, más o menos, regresé al museo de geología en la Colonia Santa María, donde viví de chico. Ahí sí que hay un mamut real, encontrado cerca de Puebla, pero la pieza principal, un meteorito, la piedra más antigua del sistema solar. Mas antigua que la misma tierra. Ese sí que era un museo digno de una película. A finales de 2019 regresé al museo de historia natural. La mitad de las salas estaban renovadas. En ese momento, entré a un nuevo museo. Más moderno, más educativo, más entretenido e interactivo. Todo lo que recordaba se lo había llevado el tiempo. Excepto Neanderthal y el gran Dilodocus Carnegi. Él seguía ahí. Enorme y majestuoso. Mostrando sus costillas, sus vertebras y por supuesto sus dientes, riéndose de mí, de todos los recuerdos falsos que tenía y que había compartido con él en mi anterior visita. El diente de sable y el pterodáctilo seguían ahí, pero eran menos impresionantes. Hace 35 años o más de esa primera visita que hice a ese museo y perduran aún recuerdos de nostalgia que no recuerdo si son verdaderos o son falsos.  

¿Cómo recordaremos el encierro de esta pandemia? No lo sé, pero seguramente le contaras historias inverosímiles a tus nietos. Aventuras que ni sucedieron pero que todos creemos que si sucedieron como. 

Dilodocus Carnegi en Museo de Historia Natural, Ciudad de México, antes de la remodelación.

Dilodocus Carnegi en Museo de Historia Natural, Ciudad de México, antes de la remodelación.

Dilodocus Carnegi en Museo de Historia Natural, Ciudad de México, después de la remodelación.

Dilodocus Carnegi en Museo de Historia Natural, Ciudad de México, después de la remodelación.